jueves, 2 de octubre de 2008

Mi cementerio
Le tengo horror a los hospitales, los fríos corredores, las salas de espera, antesalas de la muerte, y más aún, a los cementerios donde las flores pierden su vigor. No hay flor bonita en el camposanto.
Tengo, con todo, un cementerio mío, personal. Yo lo construí e inauguré hace algunos años, cuando la vida maduró mis sentimientos; en él entierro a aquellos que maté, o sea, a aquellos que dejaron de existir para mí, aquellos que murieron: los que un día tuvieron mi estimación y la perdieron.

Cuando alguien va más allá de todos los límites y de hecho, me ofende, ya no me enojo, no me pongo furioso con él, no me peleo, no corto relaciones, no le niego el saludo. Lo entierro en mi cementerio -en él no hay tumbas familiares o túmulos individuales; los muertos yacen en la fosa común, en su promiscuidad ordinaria, en su grosería. Para mí el fulano murió, fue enterrado, haga lo que haga ya no puede lastimarme.

Raros entierros -menos mal- de un pérfido, de un perjuro, de un desleal, de alguien que faltó a la amistad, traicionó al amor y actuó interesadamente, falso, hipócrita, arrogante; la impostura y la presunción me ofenden fácilmente.

En el pequeño y feo cementerio sin flores, sin lágrimas, sin una pizca de Saudade (apenas traducible por nostalgia), se pudren unos cuantos sujetos y algunas arpias a unos y a otras barrí de la memoria, los saqué de la vida.

Encuentro en la calle a uno de esos fantasmas, me detengo a platicar, escucho, correspondo a las frases, los saludos, los elogios, acepto el abrazo, el beso fraterno de Judas; sigo adelante, el tipo piensa que me engañó una vez más, no sabe que está muerto y enterrado.
Jorge Amado/ Navegación de Cabotaje (1995)

1 comentario:

Bob dijo...

Yo parto de este punto de vista cuando algo desagradable me pasa con alguien "si tienes la razón, el tiempo te la dará", y no me he equivocado hasta ahora

Saludos

Dr. Bob